MONTEPERDIDO, de Agustín Martínez. Puntuación: 5/5
Cuando hice la última reseña de ‘Mala hierba’, obra del escritor y guionista murciano Agustín Martínez, tenía claro que mi siguiente lectura sería ‘Monteperdido’, su primera novela, porque había leído excelentes críticas sobre ella.
Y sinceramente este thriller
psicológico, que se lee con el mismo ritmo del serial televisivo que sobre el
mismo se ha hecho, no me ha defraudado.
La historia se inicia con la
desaparición de dos niñas de once años, Ana y Lucía, a la salida del colegio en
la localidad oscense de Monteperdido, el 19 de octubre de 2009.
Cinco años después, el caso
debe reabrirse a cargo de los inspectores Sara Campos y Santiago Baín, agentes
del Servicio de Atención a la Familia de la Policía Nacional, puesto que Ana ha
aparecido herida en un coche accidentado en el fondo de un barranco. Junto a
ellos, trabajarán el sargento Víctor Gamero, jefe del puesto de la guardia
civil de Monteperdido y sus agentes: Telmo, Pujante, Sanmartín y Burgos.
Así comienza una carrera
contrarreloj para descubrir dónde está Lucía, si sigue con vida y quién es el
secuestrador. Pero en el curso de la investigación aflorarán numerosos secretos
ocultos, recelos, sospechas y envidias en una comunidad de vecinos pequeña y
muy hermética.
Porque Monteperdido es un
pequeño pueblo ficticio del Pirineo aragonés, de gran belleza y atractivo turístico,
situado en el Parque Nacional de Ordesa, a los pies del río Ésera, pero aislado
del mundo porque está encajonado entre el monte Perdido y el pico Maldito.
El autor recrea de manera
magistral el paisaje y lo utiliza para envolver la historia de un ambiente
opresivo, que conjuga muy bien con el ritmo trepidante de la investigación y
con el complejo retrato psicológico de sus personajes: Simón Herrera, conductor
del coche accidentado, y su mujer Pilar; Joaquín Castán y Montserrar Grau, los
padres de Lucía y de su hermano Quim; Raquel Mur y Alvaro Montrell, los padres de
Ana; Rafael Grau, tío de Lucía; Nicolás Souto, veterinario del pueblo; Román
Gamero, hermano del guardia civil que regenta el bar de la sociedad de
cazadores; Marcial Nerín, prior de la cofradía de Santa Marí del Laude y su
hija Elisa; Ismael, pareja de Raquel; Caridad; y, finalmente, Gaizka y el guía
de su empresa de aventuras, Noguera.
Cualquier de ellos podría
ser el secuestrador, porque, como es costumbre del autor, durante sus más de
400 páginas, juega con el lector, dosificando la intriga, hasta llegar a un final
sorprendente e imprevisible.
Por esta razón, la novela se
lee de un tirón, es capaz de mantener el interés del lector hasta el final,
capítulo a capítulo –o debía decir episodio a episodio- , y engancharlo durante
el transcurso de la investigación, en la que brilla el personaje de Sara, una mujer
atormentada por su pasado, pero inteligente y con una enorme intuición, sobre
la que recaerá, fundamentalmente, la responsabilidad de salvar la vida de las
niñas.
Una última cosa, si sois de
los que hacéis garabatos en un papel mientras pensáis o habláis por teléfono,
puede que os sintáis identificados con ella.
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