LA PEQUEÑA HABITACIÓN DE LOS MISTERIOS, de Masateru Konishi. Puntación: 4/5
La pequeña habitación de los misterios es la primera reseña que hago de un libro recibido por gentileza de Babelio, a la que estoy enormemente agradecida por la experiencia, que me ha permitido además la inmersión en un género nuevo para mí, conocido como cozy mistery. Se trata de un subgénero amable de la novela policiaca en cuyas historias los detectives son siempre aficionados y, con frecuencia, mujeres, y cuyo término se acuñó a finales del siglo XX cuando varios escritores intentaron recrear la edad de oro de la ficción detectivesca.
Este libro, escrito por el
japonés Masateru Konishi y publicado por Duomo Ediciones, ha sido el ganador
del premio otorgado por los libreros japoneses “This mystery is amazing” y este dato fue el que me inclinó a su
elección, pues difícilmente se encuentra libro malo premiado por la crítica.
No es un libro muy largo y,
de hecho, lo he leído en el fin de semana pues el interés se me ha ido
despertando a medida que pasaba sus páginas. Al principio tenía la sensación de
que esta lectura no iba conmigo y he terminado pensando que es un libro muy
recomendable.
La novela está protagonizada
por Keade, una profesora de 27 años, y su abuelo, de 71, que sufre un deterioro
cognitivo llamado cuerpos de Lewy. Esta enfermedad, conocida como la tercera
demencia –tras el alzheimer y la demencia vascular- fue descubierta en 1995 y
se caracteriza por episodios alucinatorios. Lo señalo en esta reseña pues he
tenido un familiar con esta dolencia y me han interesado mucho los datos
aportados por el escritor.
Keade es aficionada a las
novelas de crimen y misterio y a lo largo de las seis partes en que se estructura
el libro dedica las horas en que visita a su abuelo en la casa de su infancia a
resolver distintos casos, desde un asesinato en el servicio de caballeros de un
bar –un misterio de habitación cerrada- hasta un caso de desaparición imposible
ocurrida en el colegio donde trabaja.
Junto a ellos dos, aparecen
otros dos personajes, amigos de Keade, Iwata y Shiki, dos jóvenes que también
juegan un papel decisivo en la historia ya que protagonizarán un final no conclusivo,
muy propio de algunas novelas de misterio.
Y es que La pequeña habitación de los misterios es
un homenaje a la novela clásica de detectives, muchos de cuyos autores aparecen
citados a lo largo de sus páginas –Dickson Carr, Agatha Christie, Ellery Queen
o Edgar Allan Poe, por poner solo algunos ejemplos. En este sentido me ha
recordado a El problema final, de
Arturo Pérez Reverte, que no hace mucho reseñé con una mala crítica por ser muy
pretenciosa y haber sido escrita como oda al ego de su autor.
En fin, que estamos ante una
novela cargada de ternura y sensibilidad, muy fácil de leer, en la que
asistimos a las asombrosas deducciones del abuelo de Keade mientras fuma un
cigarrillo Gauloises, con un buen
final y cargada de enseñanzas. Os pongo un ejemplo para terminar. ¿Conocéis la
teoría de las ventanas rotas? Pues no es otra cosa que el convencimiento de que
en un entorno descuidado se produce un efecto dominó de desapego por lo que nos
rodea, por esa razón debemos cuidar todo lo que está en nuestras manos.
Espero que os haya gustado.
Estoy leyendo poco a poco a más literatura asiática, sobretodo japonesa. Trataré conseguirla aquí en Venezuela, aunque es difícil. Muchas gracias por la reseña, como siempre muy informativa por su análisis.
ResponderEliminarA mí esta vez me lo han regalado. Me ha sorprendido basante
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