MALA HIERBA, de Agustín Martínez. Puntuación: 5/5
Mi anterior reseña fue para El espía, la última novela de Jorge Díaz, uno de los escritores del trío que ha firmado su obra bajo el pseudónimo de Carmen Mola. Ahora siguiendo en la misma línea, me he decidido por ‘Mala hierba’, un libro de Agustín Martínez, el segundo miembro del trío, que curiosamente también se ambienta en Almería.
No había leído hasta ahora ninguna
novela escrita en solitario por este autor y guionista murciano, y lo cierto es
que me ha gustando bastante. Se trata de un thriller psicológico en el que no
resulta difícil descubrir la mente que idea ciertos pasajes truculentos de la
trilogía de Carmen Mola. ¿Os acordáis de los cerdos que aparecen en La Nena?
Los protagonistas
principales de la novela son Jacobo, su mujer Irene y su hija adolescente
Miriam, una familia golpeada por la crisis, a la que no le queda otra salida que
mudarse al cortijo familiar, heredado a medias con Alberto, el hermano de Irene.
Un cortijo en estado de ruina, situado en Portocarrero, una aldea en medio del
desierto de Tabernas (Almería).
Hasta allí llegan con la esperanza
de recuperar sus vidas, para terminar cayendo en el infierno, pues una noche,
mientras Miriam duerme en casa de una amiga, el matrimonio sufre un asalto
nocturno a manos de unos serbios –Sinisa y Zoran- en el que Irene pierde la
vida y Jacobo resulta tan malherido que debe pasar dos meses en coma en la UCI.
Al despertar, la guardia civil
le comunica que la principal sospechosa del crimen es su propia hija, internada
en un centro de menores a la espera de juicio. Solo la aparición de Nora, una
abogada atípica que cree ciegamente en la inocencia de Miriam, podrá sacar al
padre de la desesperación y las dudas en las que ha caído, pues el pueblo
entero ya la ha condenado con la publicación por la prensa de unos extractos de
conversiones de whatsapp en los que Miriam fantasea con matar a sus padres.
La ambientación de la novela
es excelente, lo mismo que el retrato psicológico de los habitantes de
Portocarrero: el sargento Almela, Marga, el Rubio y su sobrino Néstor, el
Jifero, la Fuertes, su marido Ginés y su hija Carol, un puñado de personajes que
cargan muchos rencores, secretos y mentiras a sus espaldas. De esta forma el
autor va desgranando una historia opresiva y asfixiante, al mismo tiempo que
juega con el lector para confundirlo, sin que este sea capaz hasta el desenlace
final de conocer quién o quiénes son los autores del asesinato.
El libro, de poco más de 400
páginas, estructurado en capítulos cortos, se lee de un tirón gracias a que es
capaz de mantener la intriga hasta el final, de manera que el lector no puede
hacer otra cosa que ir desechando una a una las distintas teorías que construye,
en un juego permanente con el autor.
La historia se desarrolla
con saltos temporales que permiten conocer la vida de los habitantes de la
comunidad rural de Portocarrero, una vida sin esperanzas en una tierra yerma,
árida y sumamente inhóspita, que sumerge al lector en un paisaje sofocante y hostil.
Y nada más que añadir, tan
solo que pronto me pondré con la lectura de Monteperdido,
la anterior novela de este mismo autor, que también tiene muy buenas críticas.
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