EL MAESTRO DE AZÚCAR, de Mayte Uceda. Puntuación: 5/5

Hay varios temas recurrentes en mis lecturas, la II Guerra Mundial, la guerra civil española y la Cuba colonial, momentos históricos sobre los que no me canso de leer. Acabo de terminar la última novela de la escritora asturiana Mayte Uceda, ‘El maestro de azúcar’, y por su título ya imagináis que volamos a la isla de Cuba.

Conocí a esta autora con El guardián de las mareas, que reseñé hace ya unos años, una historia ambientada en las Islas Canarias durante la I Guerra Mundial, y me gustó tanto que al publicar nuevo libro no he dudado en leerlo. Este me ha parecido  incluso mejor que el anterior, pues vuelve a ser una novela de ficción histórica –mi género preferido-, pero más completa y muy bien ambientada en los años que preceden a la Guerra de la Independencia que llevó a la isla de Cuba a su emancipación del dominio español.

La novela se inicia en 1986 cuando Esteban Martín, un joven universitario, entrevista a María, que a sus 102 años es una de las personas más longevas de Santa Clara, Cuba, con el objetivo de conocer su vida en el ingenio azucarero de Dos Hermanos como parte de un trabajo de investigación sobre los tiempos de la esclavitud.

Con este prólogo la autora nos transporta al año 1894, cuando Frisia Noriega, esposa de don Pedro, el patrón de la hacienda Dos Hermanos, envía al padre Galo, en Colombres, una pequeña villa en el norte de España, una carta rogándole que busque esposa para su maestro azucarero, Víctor Grimani.

La primera elección del sacerdote es Mar, una joven adelantada a su tiempo que ronda ya los 30 años,  hija del doctor Justino Altamira con el que comparte su vocación por la medicina. Pero esta no acepta la proposición, por lo que debe buscar una nueva candidata. La elegida es Paulina, una joven analfabeta de 20 años, de gran belleza, viuda del capitán López, que vive recogida por sus tíos Tomás y Xona, una familia de campesinos que la obligan a aceptar la propuesta de matrimonio.

Sin embargo, la vida de muchas vueltas y finalmente ambas jóvenes viajarán juntas a Cuba, pues Frisia propone al doctor Altamira la dirección del dispensario de su hacienda. Allá viajarán acompañadas de la fiel sirvienta Basilia, a la que su marido Diego Camblor abandonó hace años y es mayoral de la misma hacienda.

El relato de la travesía ya es conmovedor pues la autora narra con gran realismo la dureza de la vida a bordo en una época en la que las clases bajas viajaban hacinadas en las bodegas de los buques, en unas condiciones de salubridad tan malas que terminaron desatando una epidemia de difteria.

No menos impactante es el desembarco en la isla y la llegada a la hacienda, dirigida en la práctica por Frisia con extrema dureza y crueldad, en unos años en los que, aun habiéndose abolido ya la esclavitud, imperaban todavía la opresión colonial y la discriminación racial. Un sistema de vida de moral relajada, impregnado de supersticiones y rituales ancestrales, donde el enfrentamiento entre las distintas etnias -mandingas, congos y carabelíes- y de estas con los patrones de los ingenios, temerosos de perder sus privilegios, hacían imposible la convivencia. Nos encontramos en una tierra hermosa y fértil, pero donde imperan los abusos y las injusticias, consecuencia del choque cultural y religioso entre sus habitantes.

Junto a estas tres mujeres, Mar, Paulina y Frisia, hay que destacar otros importantes personajes de la historia, descritos con maestría por la autora: Víctor, el maestro azucarero, un hombre honesto, liberal y revolucionario, defensor de los negros; Diego, el mayoral, y su esposa Basi; Mamita, su marido Ariel y Solita, los domésticos de la familia Altamira; Mansa, el viejo cimarrón encargado de la enfermería de los negros; don Pedro y el tirano de su hijo Pedrito, los amos de la plantación; Guillermo, el otro mayoral, y su esposa Rosalía; don Pedro, el sacerdote de la hacienda; y, finalmente, el siniestro Orígenes.

Mar y Paulina son, evidentemente, junto a Víctor los protagonistas de la historia pero ambas encarnan dos roles contrapuestos, con los que la autora quiere hacernos partícipe del papel de la mujer en la sociedad de la época. Mientras la primera es una mujer valiente y luchadora cuyo único deseo es la práctica de la medicina, Paulina representa a la mujer sumisa y obediente, que se conforma con un matrimonio concertado y sin amor.

El desenlace de esta magnífica novela, formada por 55 capítulos de corta extensión, lo encontramos en el epílogo, al que sigue una nota de la autora. No dejéis de leerla para conocerlo pues encontraréis una novela cargada de amor, heroísmo y valentía.

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