LA CASA DE LAS MAGNOLIAS, de Nuria Quintana Puntuación: 4/5

Hoy voy a reseñaros ‘La casa de las Magnolias’, debut literario de una escritora madrileña muy joven, Nuria Quintana, escrita con tan solo 28 años, y que ahora acaba de publicar su segunda novela, ‘El jardín Olavide’.

Se trata de una historia desarrollada a través de dos líneas temporales y con continuos saltos adelante y atrás, a través de las voces de distintos narradores.

En la primera, corre el año 1992 y nos encontramos con Isabel, una mujer que se enfrenta con tristeza al entierro de su madre, Aurora, y con sorpresa a su última voluntad, hacerlo en Santillana del Mar junto a sus padres, Francisco y Pilar, fallecidos hacía muchos años en un accidente.

Isabel que desconoce casi todo de la vida de su madre porque ella nunca quiso hablar sobre el tema, descubrirá una figura extraña en el cementerio, una fotografía y una vieja postal que ponen patas arriba todas las certezas de su vida y la obligarán a iniciar una búsqueda de sus raíces y de los secretos que su madre nunca quiso compartir.

La segunda, que comienza en 1924 y abarca hasta el estallido de la Guerra Civil, transcurre en la Casa de las Magnolias, una casona indiana, donde viven Ignacio Velarde y su mujer, Adela Balboa, con su hija Cristina. En esta mansión, donde trabajan como mayordomo y doncella los abuelos de Isabel, transcurre la feliz infancia de Aurora, compañera de aventuras de Cristina, a pesar de la diferencia de clases que hay entre ellas. Sin embargo, esta amistad no durará para siempre y su causa es el hilo conductor que ha de llevar al lector hasta el desenlace final de la historia.

Junto a estas tres mujeres encontramos también otros personajes secundarios importantes: Luis, el gran amigo de Aurora, siempre presente en su vida, pero aquejado de una gran melancolía y un férreo hermetismo que no ayudan en absoluto a Isabel a lograr reconstruir el pasado de su madre; Gloria, la cocinera de la Casa de las Magnolias; Carmen y Manuel, los vecinos de Aurora; Rosa, la institutriz de Cristina; Leónard, el gran amor de Aurora; Mario, la expareja de Isabel; y, finalmente, Graciela, sobrina de Gloria que regresa de Cuba con su tía, a donde había emigrado toda la familia Velarde al estallar la guerra, para encontrar abandonada la mansión, que adquiere y convierte en un hotel.

De todos ellos, el personaje mejor descrito, a mi juicio, es Cristina. Una hija única, cuya vida viene marcada por la soledad, debido a la relación distante que mantiene con su madre, una mujer fría y despechada, y la adoración que siente por su padre, un hombre de negocios que siempre está ausente y de viaje. Por esta razón, Cristina vuelca toda su obsesión en Aurora, convirtiendo su amistad en una relación enfermiza y posesiva cuyo desenlace el lector va ir conociendo antes que la propia Isabel, aunque no será hasta las páginas finales cuándo descubra que es el destino el que, una vez más, ha hecho de las suyas.

En definitiva, una historia de soledad, celos, envidia y rivalidad, pero también de amor, amistad y perdón, y de la cual voy a destacaros una cita textual que encierra una gran enseñanza: “Brilla, pero sin apagar a los demás. Y si alguien te apaga, déjalo ir. Rodéate de quienes te hagan feliz y sumen a tu vida, olvida a quienes te hagan dudar de ti misma”.

Para terminar os voy a contar una curiosidad de esta historia, que he conocido leyendo una entrevista hecha en la prensa a la autora, y que, según cuenta, comenzó en una carretera comarcal del municipio de Mazcuerras (Cantabria), donde de viaje en 2018 descubrió una casa de piedra rosada, de balcones blancos e idílicos jardines que se convertiría en el escenario perfecto para la historia que estaba germinando en su cabeza. Pues, precisamente, las paredes de esa casa habían sido el hogar de dos grandes escritoras: Josefina Aldecoa y Concha Espina. ¿Casualidad o  es que a Nuria Quintana, como a nuestra protagonista, también le alcanzó el pasado para cambiar el rumbo de su vida y convertirla en escritora?

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