LA MANO DEL MUERTO, de Alejandro Dumas Puntución 4/5
No hay verano que no coja un libro de la colección de obras completas que poseo de Alejandro Dumas publicadas a mediados del siglo pasado por la Editorial Lorenzana. Esta vez me he decidido por ‘La mano del muerto’, presentada como la segunda parte de ‘El conde de Montecristo’, uno de mis libros favoritos como apasionada de la literatura decimonónica que soy. Y cuál ha sido la desagradable sorpresa al conocer que la obra está atribuida falsamente a Alejandro Dumas, pues en realidad fue escrita por el portugués Alfredo Possolo Hogan.
Pero una vez leída, ya no queda otra cosa que reseñarla y conste que sin tener la calidad de Dumas, la novela se deja leer y, al menos, entretiene.
En ella se nos presenta a Benedetto, ladrón y asesino, hijo ilegítimo del señor de Villefort y de la baronesa Danglars, como el encargado por su padre ya en el lecho de muerte para que busque al conde de Montecristo y ejecute su venganza.
Escapado de la cárcel en la que se encuentra preso, Benedetto acude al cementerio donde está enterrado su padre y profana su cadáver cortándole una mano con la que pretende abofetear la mejilla de Edmundo Dantés en el momento en que culmine la venganza a la que va a dedicar su vida.
Y el caso es que lo consigue y trazando un plan absurdo va a conseguir hacer descender al conde hasta los infiernos, hacerle perder su riqueza y su familia y, lo más llamativo de todo, convencerlo de que es obra de Dios y que merece tal castigo pues “había sido un vanidoso, un miserable que se juzgaba iluminado por Dios, cuando apenas lo animaba el fuego violento de una pasión única: la venganza”.
A lo largo de la novela, que no es muy larga, nos vamos a encontrar de nuevo con los mismos personajes que habitaron la novela de Alejandro Dumas y todos ellos van a experimentar de un modo u otro la venganza de Benedetto, hasta un final de muerte y destrucción para la mayoría de ellos.
Para terminar deciros que es una novela que se debe leer simplemente por curiosidad pues está dedicada exclusivamente a hacer caer la imagen que con tanto esfuerzo y satisfacción tuvimos al encontrarnos por vez primera con el personaje de Edmundo Dantes.
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