LA CASA DE HUÉSPEDES, de Ana Lena Rivera. Puntuación: 5/5

Ana Lena Rivera, escritora nacida en Oviedo pero afincada desde hace años en Madrid, empezó su andadura con una trilogía policiaca protagonizada por la investigadora Gracia San Sebastián. Sin embargo, el cambio de registro que hizo con Las herederas de la Singer, una saga familiar dedicada a la historia de las mujeres durante el siglo XX, y posteriormente con La niña del sombrero azul, en la que presenta una crónica social de la España del siglo XX al hilo de la vida de su principal protagonista, la han convertido en una de mis autoras preferidas.

Ahora ha publicado La casa de huéspedes, que tiene muchos puntos en común con las dos anteriores, no solo por su ambientación histórica –guerra civil, dictadura y transición democrática- sino también por su localización geográfica, ya que la historia transcurre en gran parte en Asturias.

Estamos de nuevo ante una historia protagonizada por cinco mujeres a modo de saga familiar: Elvira, Ángela, Margarita, Fania y Caridad.

La novela arranca en 2025 donde encontramos a Margarita Acebedo agonizando en su lecho de muerte, al cuidado de su amiga Caridad, que está escribiendo sus memorias para que Fernando, el hijo de Margarita, conozca los secretos que durante años han permanecido ocultos.

Estos capítulos narrados por Caridad se van alternando con otros que arrancan en 1937, en Madrid, a través de los cuales la autora recorre varias décadas de la historia de España. Ese año una bomba destruye un edificio cercano a la Gran Vía donde residía la familia de Elvira, dueños de una casa de huéspedes en la tercera planta –Casa Flora- y Ángela, la hija de los porteros del edificio. En ese momento, sin embargo, Elvira se encontraba con su madre en Burdeos, en casa de su tía Agustina y su marido Thierry.

Las dos niñas, habían sido amigas desde su infancia, pero la diferencia de clase social las va separando. Ángela sueña con un futuro mejor y la ocasión se le presenta con el bombardeo, en el que fallecen sus padres, así como Demetrio, el padre de Elvira, y un joven matrimonio  -el capitán Alfonso Acebedo y su esposa María Casilda- cuyo bebé sobrevive a la explosión.

Sin pensarlo mucho y sola en el mundo, Ángela coge al bebé, el dinero, las joyas y la documentación de la pareja y huye para refugiarse durante la guerra y la posguerra en Oviedo, haciéndose pasar por Casilda. Así, de repente, consigue convertirse en lo que siempre había soñado, ser una viuda respetable y madre de la única heredera de una familia de la alta sociedad descendiente de indianos.

Pero la vida da muchas vueltas y pronto Ángela y Elvira volverán a cruzar sus destinos de nuevo, precisamente en una pensión también llamada ‘Casa Flora’.

La novela está narrada con abundantes saltos temporales, y en ella cohabitan muchos personajes, lo que al principio puede dificultar un poco su lectura. Pero no os preocupéis, la autora va poco a poco despejando el tapiz y completando el puzle hasta su desenlace final.

Resulta curioso que sus más de 500 páginas están salpicadas de referencias históricas de la época a través de canciones, películas o noticias del momento. Así el lector se encontrará con los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía, con el festival de Eurovisión, con canciones de Massiel, Salomé o Julio Iglesias, con películas de Rita Hayworth o Clark Gable y, por supuesto, con la familia Franco-Polo.

También me ha llamado la atención los guiños de la autora a personajes de sus libros anteriores. El lector se reencuentra con Aurora Cangas y Ramona, protagonistas de Las herederas de la Singer, así como con Juan Gregorio Covián y su mujer Manuela, personajes de La niña del sombrero azul.

Para terminar, deciros que es una novela muy emotiva, sobre la maternidad y la amistad, que llega fácilmente al corazón. Pero que, sobre todo, retrata muy bien una época muy reciente de nuestra historia que la juventud de hoy no alcanza a comprender. En palabras de la autora “a finales de los años sesenta, en España, todavía todos teníamos grabado a fuego por la ley, la sociedad y la Iglesia que los hombres tenían un rol y las mujeres, otro. Eso incluía que nosotras debíamos llegar vírgenes al matrimonio, y este era para toda la vida; que las relaciones sexuales tenían como objetivo tener hijos; que el adulterio femenino se penaba con la cárcel, y que la homosexualidad era una horrible depravación, una perversión antinatural, un delito y un pecado mortal. Cualquier modelo que se saliera de esos cánones no era reprochable, sino aberrante”.

No lo dudéis, otra petición para los Reyes Magos.

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