EL NIÑO QUE PERDIÓ LA GUERRA, de Julia Navarro. Puntuación: 5/5

Julia Navarro es otra escritora de la que he leído todas sus novelas y no todas me han gustado por igual. Mi preferida, sin dudarlo, es Dispara, yo ya estoy muerto, tan de actualidad, pues versa sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Y seguramente la que menos me gustó fue Historia de un canalla.

El niño que perdió la guerra, es su última novela y, en mi opinión, está entre las mejores. Es una novela de ficción histórica que arranca en 1938 y se desarrolla en dos partes bien diferenciadas, el final de la Guerra Civil española y los primeros años de la dictadura franquista, por un lado, y el régimen estalinista soviético, por otro, siendo el nexo de unión Pablo, un niño de cinco años, que es el que da título al libro, enviado, como muchos otros miles de niños, a Rusia.

De igual modo, nos encontramos con dos familias, ambas marcadas por la represión y la crueldad de ambos conflictos bélicos. En España, los padres de Pablo, Agustín López y Clotilde Sanz, y sus abuelos, Pedro y Dolores; y en la Unión Soviética, Anya y Boris Petrov, su hijo Igor y el abuelo Grigory Kamisky y su hermana Olga, que se convertirán en la familia adoptiva de Pablo.

Está terminando la guerra civil, y Agustín, un comunista militante, decide enviar a su hijo a Rusia con el camarada Boris, para el que trabaja de conductor, en contra de la voluntad de su esposa, con el único propósito de ofrecerle una vida mejor de la que le espera en la España franquista al hijo de un ‘rojo’ hasta que la familia pueda volver a reunirse, en lo que consideran el paraíso del nuevo régimen soviético.

Allí llega Pablo, enfermo y asustado, acogido por una familia que lo va a tratar como a un hijo propio. Pero nada va a salir como se espera porque, a pesar de que Boris es un héroe de la revolución y trabaja para la inteligencia soviética, su mujer es una apasionada del arte y la literatura, dos aficiones consideradas burguesas por Stalin, cuyo régimen solo busca anular la libertad de pensamiento.

Por tanto, dos tramas muy bien entretejidas, a través de las que la autora nos quiere hacer reflexionar sobre las atrocidades cometidas por los regímenes totalitarios, en los que los disidentes desaparecen sin más en el fondo de sus cárceles. Y para ello se vale fundamentalmente de los personajes femeninos de la novela, dos mujeres valientes y luchadoras, que no se resignan a vivir somegidas por el miedo y sin libertad.

Quizás lo más flojo de la novela es su final, que se produce casi veinte años después, y resulta algo precipitado, pero no resta valor a una historia que se agarra al corazón del lector.

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